Gestión ambiental empresaria: empresas y los ODS

 | por Miguel H. Núñez, Coordinador de Ambiental & Técnico del CEADS

El mundo empresarial está frente a un nuevo horizonte en términos de sustentabilidad. En los últimos seis meses hubo dos hitos sobre esta temática: la Cumbre contra el Cambio Climático de París y la nueva Agenda 2030 que lanzó la ONU. La participación del empresariado fue clave en el desarrollo de la agenda, por lo que cabe preguntarse cómo están llegando esos lineamientos hacia las organizaciones y si creen posible alcanzar los objetivos en un lustro y medio. Recapitulemos.

Desde hace décadas sabemos que el uso que hacemos de nuestro planeta excede su capacidad, y que según esta tendencia, las consecuencias para las generaciones venideras serán graves.

Ya en Octubre de 1984 se reunió (por primera vez) la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo atendiendo un urgente llamado formulado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el sentido de establecer una agenda global para el cambio.

Resultado de aquella reunión fue la publicación en abril de 1987 del informe «Nuestro Futuro Común», que plantea la posibilidad de obtener un crecimiento económico basado en políticas de sostenibilidad y expansión de la base de recursos ambientales.

La esperanza de un futuro mejor, es sin embargo, condicional. Depende siempre de acciones políticas que permitan el adecuado manejo de los recursos ambientales para garantizar el progreso humano sostenible y la supervivencia del hombre en el planeta.

Todos sabemos que allí entonces nació el concepto de desarrollo sostenible. Y que el mismo consta de tres pilares, el desarrollo económico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente.

En 1992, la comunidad internacional se reunió en Río de Janeiro, Brasil[1], para discutir los medios para poner en práctica el desarrollo sostenible. Durante la denominada Cumbre de la Tierra de Río, los líderes mundiales adoptaron la Agenda 21, con planes de acción específicos para lograr el desarrollo sostenible en los planos nacional, regional e internacional. En la oportunidad, las empresas fueron invitadas a participar – otorgándoseles voz en el foro – reconociéndose de este modo por primera vez formalmente la necesidad de su participación en cuestiones de sostenibilidad. Unos pocos empresarios pioneros[2] reconocieron el rol de las empresas en la búsqueda del desarrollo sostenible. Creyeron que la comunidad de negocios podía actuar como catalizador para el cambio hacia el desarrollo sostenible y que, al mismo tiempo, lo necesitaba  para alcanzar su mayor potencial, logrando así la protección del medio ambiente junto con el crecimiento económico y el desarrollo social.En su Capítulo 30 – Fortalecimiento del Papel del Comercio y la Industria,  la Agenda 21 establece que “El comercio y la industria, incluidas las empresas transnacionales, desempeñan una función crucial en el desarrollo social y económico de un país.”

En la reunión anual de 1999 del Foro Económico Mundial (Davos) el entonces Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan anunció el Pacto Global (Global Compact). Es un instrumento cuyo fin es promover el diálogo social para la creación de una ciudadanía corporativa global, que permita conciliar los intereses de las empresas, con los valores y demandas de la sociedad civil, los proyectos de la ONU, los planteos de sindicatos y organizaciones no gubernamentales (ONG), sobre la base de 10 principios en áreas relacionadas con los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la corrupción.

El Pacto Global se inserta en la lista de iniciativas orientadas a prestar atención a la dimensión social de la globalización. Al presentarlo, Kofi Annan manifestó que la intención del Pacto Global es «dar una cara humana al mercado global».

El Pacto Global de las Naciones Unidas ha tenido una gran acogida entre empresas, sindicatos, entidades educativas y ONG, aunque ha sido también criticado por no tener carácter obligatorio.

En septiembre de 2000, los dirigentes del mundo se reunieron en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York, para aprobar la Declaración del Milenio, comprometiendo a sus países con una nueva alianza mundial para reducir los niveles de extrema pobreza y estableciendo una serie de objetivos sujetos a un plazo, conocidos como los Objetivos de Desarrollo del Milenio y cuyo vencimiento fue fijado para el año 2015.

En 2012, veinte años después de la histórica Cumbre de la Tierra, los líderes mundiales se reunieron nuevamente en Río de Janeiro en la Conferencia más conocida como “Río + 20”. Junto con miles de participantes del sector privado, las ONG y otros grupos, se unieron para dar forma a la manera en que se puede reducir la pobreza, fomentar la equidad social y garantizar la protección del medio ambiente en un planeta cada vez más poblado. Las conversaciones oficiales se centraron en dos temas principales: cómo construir una economía verde, y mejorar la coordinación internacional para lograr el desarrollo sostenible y generar las condiciones para la eliminación de la pobreza.

El documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río + 20), “El Futuro que Queremos”[3] encierra el compromiso de Jefes de Estado y de Gobierno, y representantes de alto nivel, con la plena participación de la sociedad civil, “en favor del desarrollo sostenible y de la promoción de un futuro sostenible desde el punto de vista económico, social y ambiental para nuestro planeta y para las generaciones presentes y futuras.”

Uno de los resultados más significativos de Río + 20 fue el compromiso de los gobiernos de establecer un proceso intergubernamental inclusivo y transparente para desarrollar un conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible, teniendo en cuenta especialmente el vencimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio hacia fines del 2015.

Finalmente, en la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, que tuvo lugar del 25 al 27 de septiembre de 2015 en la sede de la ONU en Nueva York, los Estados miembro de la ONU aprobaron la nueva Agenda Global de Desarrollo Sustentable conformada por 17 Objetivos y 169 metas que deberán ser cumplidos de aquí al 2030. Con ellos se pretende retomar los Objetivos de Desarrollo del Milenio y conseguir lo que estos no lograron. También se pretende hacer realidad los derechos humanos de todas las personas y alcanzar la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Los Objetivos y las metas son de carácter integrado e indivisible y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental. (Preámbulo).

Con la presencia de más de cien jefes de Estado y de gobierno, los distintos países se comprometieron a concentrar los esfuerzos en cinco áreas principales de trabajo: Personas, Prosperidad, Planeta, Paz y Partenariado. Estas esferas de acción, llamadas “las cinco P”, engloban, entre otras cuestiones, el compromiso de los Estados para erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria; garantizar una vida sana y una educación de calidad; lograr la igualdad de género; asegurar el acceso al agua y la energía sustentable; promover el crecimiento económico sostenido; adoptar medidas urgentes contra el cambio climático; promover la paz; facilitar el acceso a la justicia y fortalecer una alianza mundial para el desarrollo sostenible.

La agenda resultante de desarrollo para el 2030 es la más ambiciosa visión de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible y remodelará decisivamente la práctica del desarrollo a nivel mundial, incluyendo el papel del sector privado.

“Los ODS son el mejor regalo que la ONU ha dado al mundo en mucho tiempo. Los 17 Objetivos son un marco claro y abarcativo que establece una agenda cierta para el desarrollo hacia el año 2030 para todos los países y todas las partes interesadas.”[4]

Para el liderazgo en el logro de los ODS no puede prescindirse del sector privado. Las empresas están equipadas de forma única para ofrecer cambios innovadores a gran escala, desarrollar mejores prácticas que pueden adoptar los demás, y crear el impulso hacia el progreso. Sin embargo, “. . . esto no será fácil. De hecho, se requerirá una reevaluación fundamental del papel de las empresas en la sociedad. Las empresas – particularmente aquellas con alcance global – tendrán que tomar cada vez  más responsabilidades en áreas tradicionalmente fuera de sus misiones y balances económicos” (The Dow Chemical Company).

La escala y la ambición de la Agenda de Desarrollo de 2030 crea una gran oportunidad para que el sector privado demuestre si puede desempeñar un papel central en el desarrollo sostenible y la prosperidad humana, y para servir como un socio esencial para cerrar la brecha en las finanzas y la capacidad técnica necesaria para cumplir con el reto de conseguir los ODS.

Además de las acciones individuales que las empresas puedan llevar a cabo, es muy importante su participación en una alianza global por el desarrollo. Esto implica que todos los organismos, tanto públicos como privados, han de compartir conocimientos, experiencia, tecnologías y recursos financieros para apoyar el logro de los ODS en todos los países, creando alianzas estratégicas eficaces. Sólo de esta forma, las prioridades y objetivos de gobiernos, sociedad civil y sector privado confluirán y producirán un esfuerzo conjunto capaz de conseguir que el desarrollo sostenible sea una realidad.

Y este escenario es el que más beneficia a las empresas. Sólo en entornos prósperos, estables, inclusivos y transparentes se obtendrán beneficios a largo plazo y viceversa: sólo se lograrán sociedades prósperas donde se cuente con un sector empresarial sólido, transparente y sostenible.

Tres aspectos son especialmente relevantes:

En primer lugar, participar en proyectos ligados a los ODS permitirá a las empresas acceder a nuevos mercados y oportunidades de negocio, inclusive más allá de las propias fronteras, adquiriendo además la licencia social necesaria para poder desplegar sus actividades comerciales y expandirse.

En segundo lugar, cada uno de los objetivos de desarrollo sostenible necesita soluciones innovadoras y servicios específicos (como las energías renovables, el agua y saneamiento o la lucha contra el cambio climático). En los próximos años, los ODS concentrarán un gran número de inversiones públicas y privadas para encontrar estas soluciones, lo que supone una oportunidad real de negocios para las empresas.

Y por último, el camino hacia el liderazgo: las empresas pueden posicionarse como una fuerza positiva a través de la contribución a los ODS, dentro y fuera de las fronteras nacionales, consiguiendo llevar sus políticas de responsabilidad social corporativa a un nuevo nivel, alineadas con la nueva agenda global de Naciones Unidas.

No tenemos que mirar muy lejos para encontrar ejemplos de iniciativas empresarias que ayudan a impulsar el desarrollo sostenible y el progreso hacia ODS específicos, a la vez que permiten lograr beneficios comerciales directos o indirectos. Todas las buenas prácticas de una buena gestión ambiental, tales como las acciones enfocadas hacia la disminución de la contaminación y las emisiones de gases de efecto invernadero, así como aquéllas dirigidas hacia el cumplimiento de la responsabilidad social, están seguramente alineadas con uno o varios de los objetivos o metas de la Agenda 2030.

Basta asimismo consultar las acciones incluidas en los numerosos reportes de sostenibilidad que – principalmente las empresas líderes – confeccionan y publican en versiones impresas o reproducen en sus páginas de internet, para encontrar descripciones cualitativas y/o cuantitativas, estas últimas con indicadores, muchos de los cuales están en línea con los de las metas de los ODS[5].

Aquellas empresas que se han interiorizado en alinear su desempeño sustentable con las siete materias fundamentales y los 36 asuntos de la Norma ISO 26000 deben saber que podrán encontrar una relación nada difícil entre los ODS y estas materias fundamentales y asuntos.

Por otra parte, existen varias – y se irán agregando otras – herramientas para facilitar a las empresas implementar los ODS en sus planes de acción, incorporando a sus objetivos aquellas metas sobre las que pueden tener alguna influencia, y cuyos logros puedan medir[6].

En síntesis, los ODS constituyen una invitación a las empresas a promover el desarrollo sostenible mediante sus propias inversiones, las soluciones que desarrollan, y las prácticas comerciales que adoptan. Al hacerlo, los objetivos y metas que se planteen encaminarán a las empresas a reducir sus impactos negativos y simultáneamente mejorar su contribución positiva a la agenda del desarrollo sostenible. Cuanto mayor sea el éxito con que las empresas consigan desarrollar modelos de negocio más sostenibles e inclusivos, mayor será su contribución en el logro de los ODS a nivel global.

[1] Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo

[2] Entre los que se encontraba el argentino Federico Zorraquín, pionero del desarrollo sostenible en Argentina y uno de los fundadores del Consejo Empresario Argentino para el Desarrollo Sostenible (CEADS)

[3] Anexo de la Resolución 66/288 aprobada por la Asamblea General el 27 de julio de 2012final.

[4] Peter Bakker, Presidente y Director Ejecutivo – Consejo Empresario Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD)

[5] Puede accederse a una correspondencia detallada entre los indicadores GRI y los ODS en http://sdgcompass.org/wp-content/uploads/2015/09/SDG-Compass-Linking-the-SDGs-and-GRI.pdf

[6] Como ejemplo puede mencionarse al “SDG Compass” del Consejo Empresario Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD)