27/05/2020
#LosExpertosDicen
La consultora Nodos nos comparte algunos de los análisis realizados en su informe «Vulnerabilidad e inclusión social: cómo el actual escenario de pandemia potenció y multiplicó situaciones de exclusión en algunos grupos sociales».
Por Equipo Nodos
Seguimos en tiempo de pademia y en general, en casi todas las poblaciones el incremento en el impacto social y económico de esta crisis genera un solapamiento de dimensiones de la vulnerabilidad. La vulnerabilidad social hace referencia a la relación que las personas poseen en el sentido de fortaleza o debilidad y su capacidad de movilizar recursos para enfrentar situaciones críticas en función a cinco activos claves: trabajo, vivienda, infraestructura económica y social, relaciones al interior de la familia y capital social. Si miramos la situación actual encontraremos muchos grupos de personas que hoy están más fuertemente afectadas que otras.
Así entendemos la vulnerabilidad como una función inversa de la capacidad de los individuos, grupos, familias y comunidades de prever, resistir, enfrentar y recuperarse del impacto o efecto de eventos que implican una pérdida de activos materiales e inmateriales.
Las estrategias más recomendadas para controlar la propagación del COVID-19 son distanciamiento social y lavado frecuente de manos. Justamente estas medidas no son fáciles para millones de personas que viven en comunidades muy densas, en viviendas precarias o inseguras, teniendo que compartir entre muchas un espacio reducido donde no siempre hay un adecuado saneamiento y acceso al agua potable.
En esta oportunidad queremos compartirles el análisis de algunas poblaciones y en próximas ediciones seguiremos ampliando.
Personas en situación de calle y pobreza
Las personas en situación de calle, por sus condiciones de vida, conforman en sí mismas un grupo de riesgo. Entre ellas hay un alto porcentaje de personas mayores y, en general, tienen problemas de salud preexistentes. Enfermedades crónicas, sobre todo de las vías respiratorias, sistemas inmunológicos débiles, malnutrición son algunos de los problemas que padecen, y que, sumados a la imposibilidad de seguir indicaciones de higiene, las convierte en una población extremadamente vulnerable ante el COVID-19.
La consigna “Yo me quedo en casa” no incluye a este grupo de personas, que sólo en la Ciudad de Buenos Aires representa más de siete mil personas. A falta de un hogar, redes sociales o familiares, recursos económicos e información sobre el coronavirus no pueden cumplir con las medidas de aislamiento y recomendaciones de salud e higiene que se requieren ante esta pandemia. Además, la atención que recibían de parte del Estado, ONGs, iglesias y aún locales comerciales fueron reduciéndose, cerraron sus puertas o no cuentan con la capacidad suficiente. Esto ha significado una restricción en el acceso a cuestiones básicas como alimentación o atención médica y psicológica, entre otras.
De acuerdo con el Observatorio de la Deuda Social de la UCA se estima que la pobreza crecerá por efecto del coronavirus al 45% y la situación que se está acentuando no es solo el empobrecimiento de los más pobres sino de la clase media baja donde “esos son los sectores que han profundizado la situación de la pobreza”. En el caso de este grupo poblacional, la pérdida de ingresos, la inseguridad alimentaria, la carencia en el acceso a servicios básicos, la falta de acceso a internet y computadoras para continuar con la educación a distancia, que afecta especialmente a niñes y adolescentes, y el hacinamiento, entre otras, los convierten en unos de los grupos más afectados por la pandemia dado que se agrava su situación de vulnerabilidad, al mismo tiempo que las probabilidades de contagio.
Personas mayores
Las personas mayores conforman uno de los principales grupos de riesgo frente al COVID-19. Por ello las medidas de aislamiento social, al mismo tiempo que programas y acciones del Estado, entre otros, les han tenido como una de las poblaciones con las cuales se deben tener especiales cuidados. No sólo por condiciones de salud son más sensibles a los embates del coronavirus, sino también por el impacto sanitario y emocional del confinamiento, de la brecha digital, de su situación socioeconómica -más del 50% de las personas jubiladas se encuentra por debajo de la línea de la pobreza-, sino también, porque muchas personas mayores son dependientes de otras para la organización de sus vidas.
Si bien, una porción importante de esta población se encuentra institucionalizada, la mayoría vive en sus casas, donde hay grupos de personas mayores autónomas y otras dependientes. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires donde viven más de 650 mil personas de más de 65 años, casi el 70% lo hace en soledad o en hogares monogeneracionales. Además, mientras la mayoría cuenta con redes de apoyo familiar o social, como personas vecinas o asociaciones, otras con el confinamiento perdieron sus redes, ya que parientes, acompañantes u asociaciones más cercanas son quienes muchas veces les asisten y ahora en este contexto no lo pueden hacer.
Al respecto se han creado diferentes dispositivos estatales y de algunos otros organismos, como el Programa Mayores Cuidados con cerca de 39 mil personas voluntarias, que buscan atender estas situaciones brindando asistencia telefónica, contención psicológica, ayuda con las compras en farmacias y comercios de cercanía y paseo de mascotas. Sin embargo, la diversidad de situaciones y la negativa en algunos casos de acceder a estos servicios deja a muchas de estas personas sin el acompañamiento necesario.
Es importante distinguir entre aislamiento físico y emocional, y más ahora donde muchas actividades se volvieron digitales y muchas de estas personas por falta de conocimientos, habilidades, o por no contar con los dispositivos necesarios para ello ha aumentado la brecha digital potenciando situaciones de vulnerabilidad y riesgo. Por ejemplo, el cobro de las jubilaciones en el banco en vez de por cajero electrónico, la falta de uso de tarjeta débito o de uso de homebanking para los pagos de servicios, etc.
Las personas mayores venían conquistando espacios para permanecer activas, conectadas con sus intereses y participando en distintas actividades y la pandemia las limita como a otros grupos, por lo tanto, es importante ir generando espacios y encuentros para que el distanciamiento social no se convierta en aislamiento emocional para las personas.