| por Leonardo Hernández, Coordinador de Comunicación y Relaciones Institucionales del CEADS
Si bien hace más de 15 años que se habla de la articulación público-privada como herramienta clave para lograr objetivos de escala, los ODS adjudican a las empresas un rol renovado. Se trata de una invitación oficial para que pasen de ser agentes económicos a actores sociales: un llamado a la acción para que se sumen al desafío de promover el desarrollo sostenible mediante sus propias inversiones, las soluciones que desarrollan, y las prácticas comerciales que adoptan.
Este reto se constituye, en primer lugar, como una responsabilidad para el sector empresario, ya que el éxito de los ODS depende en gran medida de la acción y de la colaboración de todos los actores, y las empresas tienen mucho para aportar en este sentido. Y, en segundo lugar, se transforma en oportunidad por distintos motivos: por un lado, participar en proyectos ligados a los ODS permitirá a las empresas acceder a nuevos mercados y oportunidades de negocio, inclusive más allá de las propias fronteras, adquiriendo además la licencia social necesaria para poder desplegar sus actividades comerciales y expandirse. Asimismo, cada uno de los ODS necesitará de soluciones innovadoras y servicios específicos (como las energías renovables, el agua y saneamiento o la lucha contra el cambio climático). En los próximos años concentrarán un gran número de inversiones públicas y privadas para adecuar y encontrar estas soluciones, lo que supone una oportunidad real de negocios para las empresas. Y por último, el camino hacia el liderazgo: las empresas pueden posicionarse como una fuerza positiva a través de la contribución a los ODS, dentro y fuera de las fronteras nacionales, consiguiendo llevar sus políticas de responsabilidad social corporativa a un nuevo nivel, alineadas con la nueva agenda global de Naciones Unidas.
Sin embargo, aún tenemos un largo camino por delante: lo primero que nos preguntamos desde el sector corporativo es cómo integrar estos 17 objetivos (y sus 169 metas) a la gestión cotidiana de los negocios. Durante este año muchas empresas comenzaron un proceso de análisis de la relación directa e indirecta que existe entre los ODS y los aspectos estratégicos del negocio. No todos los objetivos van a ser relevantes o de directa vinculación con el core de la compañía. Aquí es donde se comienzan a relacionar tanto la relevancia de las temáticas como la potencial “contribución” que la empresa (o el sector) puede realizar respecto de uno, dos o más objetivos. Aquellas empresas que se han interiorizado en alinear su desempeño sustentable con las siete materias fundamentales y los 36 asuntos de la Norma ISO 26000 saben que podrán encontrar una conexión estrecha entre estos y los ODS. Basta consultar las acciones incluidas en los numerosos reportes de sostenibilidad que las empresas publican para encontrar descripciones cualitativas y/o cuantitativas -estas últimas con indicadores- que ya se encuentran alineadas con algunas de las metas de los ODS.
Existen varias herramientas –y se irán agregando otras nuevas– para contribuir con las empresas a implementar los ODS en sus planes de acción, incorporando a su planificación aquellas metas sobre las que pueden tener alguna influencia, y cuyos logros puedan medir: en CEADS, por ejemplo, utilizamos el “SDG Compass” como guía orientadora. A través de cinco pasos, esta guía invita a las empresas a maximizar su contribución a los ODS ajustando o alineando su rumbo, dependiendo de dónde se encuentren en el camino de garantizar que la sostenibilidad sea un resultado de la principal estrategia del negocio. Una vez que estén alineados, los objetivos y metas que se planteen encaminarán a las empresas a reducir su impacto negativo y simultáneamente mejorar su contribución a la agenda del desarrollo sostenible. En este sentido, cuanto mayor sea el éxito con que el sector corporativo consiga desarrollar modelos de negocio más sostenibles e inclusivos, mayor será su contribución en el logro de los ODS a nivel global.
Además de las acciones individuales que las empresas puedan llevar adelante, es muy importante su participación en una alianza global por el desarrollo. Se espera que el sector privado participe y potencie las agendas de desarrollo local. Los ODS, como iniciativa de la ONU, son un modelo que cada país debería tomar para adecuar a su realidad local, y a partir de ello identificar líneas de acción para mejorar los indicadores que previamente se hayan construido para ir midiendo el progreso de los ODS priorizados o adecuados localmente.
Esto implica que todos los organismos, tanto públicos como privados, han de compartir conocimientos, experiencia, tecnologías y recursos financieros para apoyar el logro de los ODS en todos los países, creando alianzas estratégicas eficaces. Sólo de esta forma, las prioridades y objetivos de gobiernos, sociedad civil y sector privado confluirán y producirán un esfuerzo conjunto capaz de conseguir que el desarrollo sostenible sea una realidad. Y éste es el escenario que más beneficia a las empresas: únicamente en entornos estables, inclusivos y transparentes se obtendrán beneficios que se extiendan en el tiempo. Y, de la misma manera, sólo se lograrán sociedades prósperas donde se cuente con un sector empresarial sólido, transparente y sostenible. Sin dudas, la escala y la ambición de la Agenda de Desarrollo 2030 crean una gran oportunidad para que el sector privado demuestre si efectivamente puede desempeñar un papel central en el desarrollo sostenible.